La pandemia nos enfrenta al desafío de resguardar la inclusión, la equidad y la calidad de nuestro sistema universitario

Antes que nada, desde la FEDUN destacamos las medidas tomadas por el presidente de la Nación, Alberto Fernández, frente a la pandemia de Covid-19, mediante las que priorizan el cuidado de la vida y la salud de los argentinos y luego se ocupan de la economía, la educación y otro ámbitos de la vida social de la nación. Hoy, para cuidarnos entre todos, lo más efectivo es que nos quedemos en casa y respetemos las medidas impuestas por las autoridades de la Salud para la cuarentena. Una vez que la amenaza  a la vida pase, será el momento de la reconstrucción.   

El sistema universitario argentino tiene la gran virtud de ser masivo y, a la vez, reconocido mundialmente por su calidad. Los indicadores muestran que año tras año acceden a nuestras casas de estudios gran cantidad de estudiantes de diversos grupos etarios, sobre todo jóvenes, y las cifras siguen en un franco ascenso que debemos mantener, para que cada vez sean más los que puedan estudiar y capacitarse en el nivel universitario. Más graduados universitarios significa más profesionales capacitados para el mundo laboral, más ciencia y técnica, y más desarrollo para la Argentina toda.

Otra aspecto que caracteriza a nuestro sistema es el fuerte apoyo orientado a la inclusión que brinda a través de medidas concretas. La más significativa es sin dudas la gratuidad de la universidad pública argentina, libre de aranceles, a la que le sigue el sistema de becas que ayudan a solventar los gastos que implican las cursadas, para que las personas de sectores sociales de menores recursos puedan acceder a la educación superior. Históricamente, desde desde los gobiernos populares se luchó por la inclusión.  

Lamentablemente, la crisis generada por la pandemia hizo que se debieran suspender las clases presenciales en todo el país. A raíz de ello, se buscó sostener el ciclo lectivo mediante la implementación de estrategias de virtualización de las cursadas. Hoy la realidad nos muestra que, por diversos motivos, esto se cumple de manera parcial.

Si bien la virtualización fue pensada en el marco de un plan de contingencia para continuar con los calendarios académicos y ofrecer contención y acompañamiento a los estudiantes, creemos que de ninguna manera sustituye -ni podrá hacerlo- la interacción persona a persona del docente con el grupo en la dinámica de las aulas que implica la cursada presencial.

El pasaje de la presencialidad a la virtualidad en tan poco tiempo, sin la infraestructura y los recursos necesarios, tanto a nivel académico e informático como en cuanto a la capacitación técnica y pedagógica adecuada en el cuerpo docente, generó y sigue generando innumerables problemas. Todo esto más allá del enorme e invaluable esfuerzo que estamos haciendo los docentes para sobrellevar la situación lo mejor posible.

Pero el gran problema, quizá el principal, se impone al estudiantado. Encontramos que, en muchísimos casos, el nuevo escenario genera severas desigualdades entre los estudiantes, ya que no todos cuentan con las mismas posibilidades de acceder a las clases virtuales, y de realizar de los trabajos solicitados por no contar la tecnología ni la conectividad adecuadas.

El porcentaje de accesibilidad de los estudiantes a las clases virtuales varía drásticamente según el estrato socioeconómico del que provengan – o sea, que cuenten o no los medios económicos para costear la tecnología y la conectividad necesarias- y el momento de la carrera en que se encuentren. Así, vemos que mientras en los últimos años el número de los que puede acceder a la modalidad virtual es alto, ocurre lo opuesto en los grandes grupos de los ingresos y de los niveles iniciales de las carreras de grado. Y la situación de desigualdad se acentúa en las poblaciones estudiantiles de bajos recursos. Por supuesto que, como defensores de la universidad pública, gratuita, inclusiva y de calidad, se nos hace muy difícil soslayar esta inequidad.

En momentos en que la sociedad toda está haciendo un enorme esfuerzo para enfrentar la pandemia y morigerar su impacto negativo, muchos trabajadores continúan en sus puestos para que los servicios básicos y algunos rubros esenciales sigan funcionando. De entre ellos, queremos destacar el rol de los trabajadores de la salud, en especial a los que también son nuestros colegas docentes, porque les toca poner el cuerpo en los lugares de mayor peligro. 

Como docentes universitarios somos conscientes de que desde nuestro rol debemos hacer el mayor esfuerzo en aportar alternativas y soluciones en esta difícil coyuntura. Por eso, debemos darnos el lugar para debatir sobre qué conviene que hagamos hoy para mejorar nuestro aporte a la sociedad. 

Pero debe quedar claro que lo dicho hasta aquí no implica que debamos permitir que sean vulnerados nuestros derechos como trabajadores. La virtualización no debe alterar la carga horaria establecida en las normativas laborales, así como tampoco interponerse con las otras ocupaciones que la mayoría de la planta docente tiene, por tratarse de dedicaciones simples o semiexclusivas.

En este sentido, un dato no menor a tener cuenta es que una parte importante de la comunidad docente universitaria se cuenta hoy entre la población de riesgo antes el Covid-19, y que seguramente seguirá en situación de aislamiento luego de la eventual flexibilización de la cuarentena. Además, hay que respetar las licencias dispuestas por el gobierno nacional para todos los trabajadores que tengan a su cargo el cuidado de hijos en edad escolar, personas con discapacidades y ancianos. Todo esto no deberá implicar una sobrecarga en el trabajo del resto de los docentes.

Desde la FEDUN entendemos que cuando la pandemia permita regularizar la situación y volver a las clases presenciales uno de los primeros desafíos que tendremos los sindicatos docentes, junto a las autoridades gubernamentales y universitarias, será recuperar a todos los estudiantes que no pudieron acceder a la virtualidad. El desafío será mantener intacta nuestra población de estudiantes, y seguir garantizando un sistema universitario público gratuito, inclusivo y de calidad.